¡Alto al genocidio de Israel en Paletina!

Los Antorchistas somos conscientes de que nuestra lucha, la lucha por acabar con la desigualdad, la pobreza y la infelicidad de nuestro pueblo no es obra ni de un solo individuo ni de una sola nación. El mal que aqueja al orbe desde hace más de un siglo es sistémico y global, el capitalismo.

Un modo económico de producción que se nutre como el vampiro de sus víctimas, del trabajo ajeno, del sudor con el que millones de trabajadores producen la riqueza de un puñado de millonarios y por el que reciben únicamente un salario miserable que apenas les permite reponer las fuerzas para sobrevivir un día más.

Hoy, ese sistema, encabezado desde hace décadas por los Estados Unidos, está en una crisis sin precedentes. La guerra en Ucrania, que evidentemente tenía como objetivo desarticular a uno de los principales competidores económico y político del imperialismo, Rusia, es prácticamente una derrota anunciada para el país norteamericano.

Un fracaso que, además, le cuesta millones de dólares, pérdida que resiente cada vez más el pueblo estadounidense. Aunado a este fracaso, el acercamiento de Medio Oriente a China está haciendo de esta última nación el eje sobre el que comienzan a girar gran parte de los acuerdos y relaciones comerciales y políticas a nivel mundial.

(En medio del conflicto al que nos referimos el día de hoy, Irán y Arabia Saudita, dos naciones enemistadas décadas atrás, hoy, gracias a la diplomacia china, trabajan conjuntamente contra las imposiciones del gobierno estadounidense y sus aliados europeos.) La liberación de los pueblos africanos del Sahel de las dictaduras imperialistas occidentales es una muestra más del resquebrajamiento del viejo mundo. En este contexto, de transformaciones universales sin precedentes, es en el que debemos entender la cobarde y sanguinaria agresión del autoproclamado Estado de Israel al pueblo palestino.

El conflicto palestino-israelí no es un conflicto circunstancial. Es el resultado de más de 75 años de opresión por parte del pueblo de Israel, protegido y auspiciado por el imperialismo norteamericano, hacia la nación palestina. Esta guerra de más de tres cuartos de siglo ha dejado, hasta ahora, más de 50 mil muertos, en su gran mayoría palestinos. Sólo de 1987 a la fecha el 87% de las víctimas –según datos de una ONG israelí B´Tselem–pertenecen a esta nación. Para tener una referencia certera: en la guerra de los seis días en 1967, el ejército israelí asesinó a 24 mil palestinos. Por su parte la cifra de decesos fue de 776. La diferencia es escandalosa y nos revela que no estamos frente a un conflicto entre fuerzas iguales, sino frente a un genocidio que lleva más de medio siglo y que hoy sólo tiene una etapa más, aunque cualitativamente diferente a las anteriores.

El ataque conjunto de Hamás, la Yihad Islámica y el Frente Popular de Liberación de Palestina a centros de comando israelíes el pasado 7 de octubre fue una respuesta a las agresiones permanentes que sufre la nación árabe. Sin embargo, como apunta el pensador francés Thierry Meyssan, Israel era consciente de la contraofensiva preparada por Palestina: “El 30 de septiembre, – dice T. Meyssan– el director de la inteligencia de Egipto, Kamel Abbas, telefoneó personalmente al primer ministro

israelí, Benyamin Netanyahu, para prevenirlo sobre la inminencia de una gran operación del Hamás contra Israel. Las autoridades de Egipto, país que lucha contra la Hermandad Musulmana, sentían inquietud al ver que el Hamás, rama palestina de la cofradía, se preparaba a la vista de Israel.” Da Meyssan más elementos que, por falta de espacio, no podré desarrollar, pero es evidente que Netanyahu esperaba el ataque y decidió sacrificar, en lógico contubernio con los Estados Unidos, a sus ciudadanos.

¿Por qué Israel y Estados Unidos necesitaban una provocación como ésta? ¿Qué esperan sacar de un conflicto que reinicia y que costará miles de vidas sobre todo del pueblo palestino? La respuesta no es tan evidente pero se relaciona íntimamente con las transformaciones que está viviendo el mundo entero hoy en día. El ataque al Hospital Nacional Árabe y que ha dejado, por ahora, un saldo de 500 muertos y más de 300 heridos es un aviso de la embestida sanguinaria y violenta que prepara el bloque occidental. La facción representada por Israel, Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia han votado en contra de la resolución promovida por China y Rusia que pide un alto al fuego humanitario en Gaza. Más aún, Estados Unidos ha enviado un paquete de ocho mil millones de dólares a Israel y se prepara, junto con sus aliados occidentales, a iniciar una nueva guerra en Medio Oriente.

El capitalismo imperialista está preparando una nueva guerra, la necesita para poder perpetuarse unos años más. El fracaso en Ucrania aceleró esta necesidad y es consciente de que este nuevo conflicto no será como los anteriores en medio oriente. Medio Oriente ha manifestado su apoyo en bloque a Palestina: Marruecos, Kuwait, Qatar, Irak, Bahréin, Emiratos Árabes Unidos, Irán y Omán son sólo algunos de los países que abiertamente han condenado a Israel. China, Brasil y Rusia, cabezas de los BRICS han hecho lo propio. Algunos países en América Latina empiezan a manifestarse y no tardan seguramente los pueblos asiáticos y africanos en hacer lo mismo.

Frente a la embestida imperialista que hoy utiliza a Israel, pero que es representada por el gobierno norteamericano y la OTAN, el mundo empieza a reaccionar. Frente a las arbitrariedades y la inhumanidad del capitalismo imperialista, las naciones antes sometidas reaccionan con entereza y valentía. Ante la calumnia y la desinformación millones de hombres, en distintas partes del mundo, incluidas las grandes capitales de los países occidentales han salido a las calles a manifestar su rechazo a la invasión israelita en Palestina. Nosotros, los Antorchistas, que sentimos el dolor de nuestros hermanos de clase en cualquier parte del mundo, decimos también ¡Basta!, queremos una palestina libre, un mundo libre de la lacra del capitalismo y sus atrocidades.

Lucharemos, en nuestro propio frente y en nuestras propias circunstancias, contra las calamidades que este sistema ha perpetrado en nuestro país. Sin por ello dejar de sentir, en ningún momento, la unidad, la hermandad y la colaboración mutua de todos los hombres y mujeres trabajadores, de todos los seres sufrientes de este mundo, de todos nuestros hermanos de clase por los que hoy levantamos la voz exigiendo justicia.

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