A cuatro años de comenzar la búsqueda del regreso de sus hijos, quienes fueron separados de ella, Katia Icela Velázquez Peralta vaticina que tampoco tendrá la oportunidad de estar con ellos este 10 de mayo, pese a que tiene el derecho de convivencia familiar por mandato judicial. Por la decisión unilateral de quien señala como su agresor, afirmó que este no llevará a sus hijos al punto de reunión, ante los vicios, laxidad y negligencias de las autoridades, lo que se traduce en violencia vicaria.
Para varias mujeres como Katia, este Día de las Madres se ensombrece. Desde hace seis meses ella no tiene la mínima oportunidad de ver a su hija y su hijo en el espacio que la autoridad judicial estableció como punto para interactuar con ellos.
―¿Cómo son estos días, estas festividades que muchas veces se realizan con alegría?, ¿tú cómo los vives? ―se le preguntó a la madre de dos menores.
― En mi caso, pues el 10 de Mayo lo voy a pasar en un centro de convivencia. Tengo convivencias autorizadas, tengo que acudir cada semana a un parque en la Ciudad de México, Chapultepec, que es un área que está destinada para justo las personas que estamos viviendo esta situación, convivencias asistidas, pero desafortunadamente, acudo nada más a firmar porque mis hijos no son presentados a convivencias ―lamentó.
Afirmó que ello es parte de la violencia vicaria que vive, una tipo de agresión ya conocida, pero apenas tipificada hace tres años.

“Esto es parte también de la violencia vicaria, lo cual es la violencia institucional que los jueces no se dan cuenta que estos señores, bueno, en mi caso, no presentan a mis hijos desde hace muchísimos meses, no los presentan a convivencias. Hay un castigo, hay medidas de apercibimiento, medidas de apremio, pero no son aplicadas”, acusó.
Consideró que en el caso de su violentador, con los antecedentes de no aplicación de la ley en su contra, se siente “confiado” en que la justicia no le harán nada y no pasará nada.
Pues yo soy, sí, sometida de alguna manera a ir y firmar y estar esperando y estar con la esperanza de ver si llegan mis hijos o si los puedo ver por lo menos de lejos”, indicó.
Su 10 de Mayo, insistió, será ir desde Pachuca al centro de convivencia en la Ciudad de México, entidad a la que se trasladó el padre con sus hijos. Tiene la esperanza de poder verlos, aunque recalcó que, por los antecedes, no ocurrirá.
Sé que no los van a llevar, porque eso es lo que ha venido ocurriendo desde hace seis meses”, lamentó.
Katia califica de doloroso el entorno que le toca vivir durante el festejo de Día de las Madres. Observa en las calles y en escuelas los bailables, disfraces y festejos acompañados con regalos y sonrisas de hijos a sus progenitoras. En su caso, no lo tiene.

Ese escenario de felicidad, reiteró, no lo pueden vivir las mamás con en una vida “judicializada”, que van entre Ministerios Públicos (MP) y juzgados.
Señaló que la falta de juzgados en materia familiar en la Ciudad de México, donde lleva el proceso y la guardia custodia es de quien señala como su agresor, significa que se atrasen las notificaciones de asistencia de su parte a las convivencia y de la ausencia de su expareja con sus hijos. Por ello, dijo, no se da el seguimiento al incumplimiento del padre.
“Entonces, yo mis quejas de que no los presentan (a los menores) desde hace seis meses no son acordadas, entonces este señor pues sigue acumulando, sigue acumulando y el juez pues obviamente no sabe, no sabe que yo me estoy quejando”, señaló.
Reflejo de la violencia vicaria, añadió, es el desgaste emocional, psicológico y también económico que viven las madres en esta situación.
Katia relató que haber puesto fin a una situación de violencia familiar, múltiples agresiones e incluso un intento de feminicidio por parte de su expareja detonó una nueva violencia, la vicaria, en la que el factor para vulnerarla ya no fue a ella, sino a través de sus hijos.
“Cuando decidimos salir de este círculo violento, el maltratador, el violentador no sabe qué hacer porque pues ya su víctima ya no va a estar cerca de, ya no va a estar en su bajo su control. ¿Qué sucede? Pues empieza a ejercer violencia vicaria, el hecho de amenazar con arrebatarnos a nuestros hijos, pues eso ahí empieza”, indicó.

La conducta es repetitiva como instrumento de presión y chantaje por interpósita persona; es decir, ocupando a los hijos como presión y control.
DENUNCIA POR TENTATIVA DE FEMINICIDIO NO PESÓ
Pese a las dos denuncias por violencia familiar y tentativa de feminicidio que interpuso en 2019 en el Centro de Justicia para Mujeres de Hidalgo, las autoridades minimizaron en hecho en una mera “pelea de matrimonio”, y no tuvo repercusión hacía su agresor, afirmó.
Esta situación pues no tuvo ni siquiera una vinculación al proceso porque como víctimas, y si no llegamos ensangrentadas, apuñaladas, pues las autoridades son omisas. Yo tengo como antecedente desde el año 2019 que el papá de mis hijos intentó privarme de la vida”, aseguró.
Pese a los antecedentes de violencia sufrida, al padre le otorgaron la guardia y custodia de su hijo de nueve y su hija de cinco años, edades que tenían en noviembre de 2021, cuando se los llevó.
Durante el proceso de divorcio, su expareja tejió el entramado para quedarse con los menores: confiada en que el proceso de separación terminaría, dijo, el padre le pedía a los infantes para presuntamente llevarlos al parque u otros sitios de convivencia. Sin embargo, acusó, los presentaba ante el MP para testificar en una denuncia que él interpuso contra ella por violencia familiar. Esa acción, aseguró, fue reiterada y bajo su desconocimiento.
Pues yo ya estaba en trámites de divorcio pensando que ya me iba a librar por fin de este señor firmando convenio de guardia custodia, de pensión alimenticia y, bueno, fue justamente lo que hizo él, que yo estuviera en una zona de confort para él poder quitarme a mis hijos”, señaló.
En la primera denuncia contra ella por violencia familiar se determinó el no ejercicio de la acción, al no haber indicios de maltrato a sus hijos, indicó. No obstante, en la segunda, por el mismo delito, el MP, por medios de actos de corrupción, permitió su entrada por los mismos motivos, se judicializó el caso y el padre obtuvo medidas de protección y con ello la custodia de los infantes, sostuvo.
“Estas medidas de protección, bueno, pues no decían que él no me podía quitar el acceso a convivencia con mis hijos; sin embargo, él los robó, los extrajo del hogar y se los llevó a la Ciudad de México, los escondió por año y medio y pues yo no tuve contacto por año y medio con mis hijos, yo no supe, hasta los busqué por muchos lados”, rememoró.
Pese a librar el intento de que encarcelarla por nueve años, continuó su peregrinar y calvario en varios MP, donde el factor común fue desestimar el reclamo ante la extracción de sus hijos, añadió.
Dos meses después de la sustracción de sus hijos, dio con su paradero con información de un familiar del presunto agresor, en un domicilio en la Ciudad de México; sin embargo, nunca pudo acercar y tener contacto con ellos, pues no le permitió verlos e incluso llamaba a la patrulla.
Año y medio sin saber prácticamente de ellos y tuvo que pasar dos años dos meses para que yo los volviera a ver de alguna manera en un juzgado familiar”, recordó, a raíz de la demanda por la guardia y custodia y pensión alimenticia que interpuso en la Ciudad de México contra ella.
Pese a que tuvo un breve contacto con sus hijos en condiciones controladas, afirmó que desde hace seis meses el padre no los presenta a las convivencias programas, conductas que, insistió, forman parte de la violencia vicaria.
―¿La violencia vicaria sería como una violencia muy sutil o cómo tú la calificarías?.
― La violencia vicaria es una violencia sutil, sí, que empieza, que va en crecimiento, es una violencia sistemática, sustraen a los hijos, implica la sustracción, la manipulación, el tema de que les plantean historias a nuestros hijos de que “tu mamá ya no te quiere, por eso no te busca, tu mamá te abandonó”.
A los factores de vulneración contra las madres, resaltó, se suma lo económico, ante la incertidumbre de poder solventar la contratación de abogados, que muchas veces lucran con el dolor, y la violencia institucional en los juzgados, lamentó.
Apuntó que la manipulación del violentador puede escalar al grado de condicionar las visitas con sus hijos a cambio de sexo y en casos muy extremos, ante las amenazas de denuncias y procesos judiciales para llevarlas a prisión, las mujeres pueden quitarse la vida por desesperación, advirtió.
Es una violencia tan tan cruel que engloba muchas situaciones que, de verdad, es tan difícil, incluso es poder llegar hasta el suicidio inducido del maltratador, porque está la desesperación de una mamá de no saber dónde están sus hijos, de lo que viven”, planteó Katia.
VIOLENCIA LA LLEVÓ AL ACTIVISMO
Ante las condiciones de violencia sistemática, la mujer se planteó el papel del activismo que abandera desde hace cuatro años en Hidalgo, bajo la colectiva Vasta Violencia Vicaria Hidalgo, rol que emprendió a escasos días de ser separada de sus hijos y con el cual apoya, desde su experiencia, a madres en situación similar.
Dentro de las labores de acompañamiento a las víctimas, evidencia que los MP no tienen “la menor idea”, capacitación ni sensibilización de la violencia vicaria, por lo que también hace el rol de “evangelización” a esos servidores públicos para que brinden una atención más humana.
“Realmente actúan en desconocimiento, ese desconocimiento, esa falta de capacidad, pues es muy grave porque entorpece los procesos en el tiempo y que realmente podamos lograr tener un acceso a la justicia”, puntualizó.
Como parte de su activismo contra la violencia vicaria, Katia se encuentra estudiando la licenciatura en Derecho. Aunque ha cursado dos años, busca que su conocimiento pueda servir para apoyar a las madres que sufren de ese tipo de acciones y no sean vulneradas en los juzgados ante “los tecnicismo legales”.
Indicó que es un delito que va en crecimiento no solamente en Hidalgo, sino en el país. La colectiva que integra ha apoyado, por esa violencia y en otras, a 25 madres, aproximadamente, así como a entre 50 a 60 mujeres integrantes de la agrupación, entre quienes se encuentran integrantes de Mercadita las Insurgentes.
“Yo sigo luchando por mis hijos, me vuelvo activista desde no sé, te puedo decir a los 20 días que empecé buscando a mis hijos. Me he vuelto activista luchando por los derechos de mis hijos, por los míos y por los de muchas más”, destacó Katia.

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